viernes, 30 de noviembre de 2012

#jazzentiemposdebateristas


“Tight as fuck”

“La literatura es un engaño”
José Mak

Por Pocho Sabogal
Dejáme engañarte dice la fotógrafa. Ok. Gasto 100p en la Slaf jueves de Jazz. Hashtag hashtag… en tiempos de bateristas, las fotografías no sirven. Palabras tampoco. No estoy hablando de héroes del Mothership rioplatense, estoy hablando de puro simple flow. Hola Pendeja ataca de nuevo. Y a mi todavía no me contrató ningún medio. Claro, no llevé mi currículum a ningún lado. Gasto 100p y me sirven un ferne tibio, poco hielo, triste, y la tormenta que viene pero que solo engaña y no llueve.

Sebastián Peyceré fue directo y atravesó rápido el escenario cargando contra la maestría de la trompeta. Un cuarteto de primera liga que acaparó los ojos y oídos de un público de la Comarca hobbit. Sí, ahora en San Isidro tenemos joda los Miércoles en Jalea, los Jueves en la Slaf y los Viernes y Sábados la Monster/Ponster. Ni hablar de bares que refugian toxicómanos de la música como yo: Ícaro, Axolotl, Warhol, Goyeneche y después los otros que no tienen pintado nada y sin cartel.

Es difícil escribir y no decir boludeces, sobre todo cuando no tenés la Corpo ni una gran pluma periodística como Mario Wainfeld (Página 12) o Enrique Symns. Lo único que tenés son nombres, nombres, nombres. Como besos de chicas y chicos que te acordás mientras te tirás en el 437 hasta el bajo de noche yendo a lo de Remo que pinta de puta madre. (todos los nombres aparecen en Google/ Facebook)

Quiero vivir como los bohemios de 1920. Es lo que le dije a mi mujer aquella noche. Me reía pero los dos sabíamos que íbamos en serio y entonces apagamos la luz y no tomé nada esa noche.

Soy un puto hedonista que sabe usar las palabras para no morir de aburrimiento.
Soy un puto hedonista que sabe que 1959 fue uno de los años mejores del jazz, porque encima, encima se escribió El Perseguidor de J. Cortázar. Obra que me hizo reencontrarme con un autor que tenía hecho trizas. Lo hice trizas como todos los loosers de la facu de Letras. Soy un looser porque me da paja llevar mi currículum y prefiero vivir al compás de la bateria de Peyceré o De Barrio. Prefiero comentar algo sobre la armonía de bloque de acordes de Nuñez que tratar de resolver la digitación de Invention nº8 de J.S Bach. Todos sabemos que J. S. Bach tiene mis mismas siglas pero invertidas, y todos sabemos que Ludwig Van, oh, querido, Ludwig Van Beethoven murió un 26 de marzo como yo nací en un 26 de marzo.

Y en un rato me voy a trabajar y mi mujer me manda textos de otros jóvenes que escriben lo que piensan y todavía nadie les paga y estaría todo bien si no vivieran en la ciudad donde todo tiene su precio. Y yo estoy pagando ser un mentiroso para la gente que me lea, alguien que no informa sino comenta, que carga tintas y describe pero no se juega porque no soy Mario Wainfeld Kirchner presente. Soy un cagón evidemont (en francés por favor). No puedo criticar y a veces ni aplaudir (porque tengo siempre una cerveza en la mano). Y me jode el corazón a veces, el físico no el narco metafórico, y el estómago y el hígado y pienso en no tomar y a veces no tomo y yo sé que no soy verazmente (que linda que es la z bien pronunciada a lo gallega)…

Alcohólico. No. Todos saben yo sabe tú sabes nosotros sabemos que mi droga es la música.

Y que todo el resto es piernas y brazos, abrazos y miradita tierna, fotografía cierta muerta piensa, y todo el resto es glú glú de los pescados debajo de los pantalones,
Glú glú de los pibe’ del club.

¿En qué estábamos?

martes, 13 de noviembre de 2012


VIENDO LA TELE

Era un amigo mío de la facultad. Nos juntábamos en los recreos a mirar las chicas de Psicología y Educación. Nos daba igual cualquier pedazo con tal de cagarnos de risa un rato. Jamás me lo imaginé que iba a estar en la tele veinte años después con su programa de cocinero gourmet.
Él mientras hacía la facultad terminaba de cursar para chef y en realidad es lo único que terminó siendo porque después las otras cosas lo llevaron para calle sin salida, como a todos en realidad, tantas cosas hacés para terminar de nada que ver. Él estaba ahí en la tevé sonriendo y mostrando la carne cruda lista para la parrilla, el parmesano para una fugazzeta rellena, el salmón con crema para una empanada que luego iba a freír, algo que no me parecía tan rico. Hablábamos también en los recreos de que yo le iba a hacer un ceviche si alguna puta vez aprendía, pero ya ahora que sé ya ni tengo cómo contactarlo, ni idea dónde vive ni si se casó con una linda piba o si se divorció o qué carajo.

Ahí está en la tele sonriendo con la sartén poniéndole aceite mirando a la cámara dando recomendaciones y después abre un vino y sigue con los consejos y las postas. No me cansa la verdad, no me jode, tiene talento y esa sonrisa propia de los que nacieron para la tele.

Ahora escribo estas palabras mientras escucho un poco de Jim Morrison cantando un par de blueses a garganta con esa voz intachable digna de un buen cantante de blues. Pienso en qué gusto me daría estar borracho en un techo de un edificio venido a menos, leyendo poesía escrita en cuadernos blancos sin rayas. Me gustaría estar ahí tirado en un colchón polvoriento en el techo donde pega el viento y se ve la bien sábana azul y negra de la noche, y basta de toda la mierda y el dolor de cabeza que me da la borrachera con estos años, ya ni me surte esa adrenalina de antes.

Pienso en mi esposa que está ahí tirada al lado mío en la cama, leyendo o durmiendo o mirando el programa conmigo. Ella no sabe tres carajos de que el de la pantalla era mi amigo de la facultad. Pienso en decírselo pero ¿para qué? ¿Para qué suelte su manga de preguntas y acceda a lo que ella cree que es mi vida, mi historia?
Me dirá algo así como: Oh Juan ahora entiendo, claro sí. Dirá otra par de cosas trazando comparaciones mostrándome como esto o aquello, como un triunfador o un perdedor.
¿Y a mí qué? Le diría casi sin dejarla terminar. ¿Qué me importa este flaco? Hace veinte años que no lo veo, lo último que sé de él es que vivía en Flores y qué sé yo. Y ella seguiría tratando de entender mi puto cerebro diciendo: ¿Y dónde crees que vivirá ahora? ¿Cuánto crees que gana? Cuando en realidad me está me preguntando ¿Gana más que vos?

¡Qué me importa nena! ¡Qué me importa cuánto gana! Estoy viendo la tele ¿no te das cuenta?
Pero ella no se da cuenta y entonces se enoja o siquiera me mira y sigue hablando sola. Eso es el matrimonio. Dos adultos mirando un programa de cocina a las 2 de la mañana sin nada que te acelere, sin ni un poco de coca que te embuste, transpirado una noche de verano porque todavía no te moviste un poco vago de mierda, para comprar ese aire acondicionado.

Extraño esas épocas en las que pasaba rápidamente las hojas de una revista o del diario con ganas de ver no sé qué noticia no sé qué foto de mina en ropa interior, simplemente quería la imagen, las letras en negrita y grandes, quería pasar de hoja rápidamente y después salir a la calle, salir con la bici o tomarme un colectivo irme por ahí sin más.
Ahora ya ni compro el diario aunque me sigo haciendo una buena paja mirando Internet cuando mi esposa no está o cuando a veces duerme la siesta. Creo que se ha dado cuenta alguna que otra vez. Quizá me agito mucho y me tira algo como “¿Ey qué te pasa Juan? parece que venís de correr” pero se nota en su cara que me descubrió. Entonces voy al cuarto entro a nuestro baño y me pego una buena ducha fría, trato de olvidar todo ¿sabés?

Seguimos viendo el programa gourmet y de pronto veo que ha dejado de hablar sola que se ha levantado y mira hacia la ventana para luego entrar al baño. Le miro la cola desnuda y me excito un poco, pienso en levantarme e interrumpirla ahí en el baño, esté haciendo lo que esté haciendo no me importa, voy ahí y la interrumpo y me la cojo. Sé que no le molestaría, Vero jamás fue de esas mujeres que les gusta todo ese tiempo de calentamiento. Es decir, es mujer, sí, tiene su tiempo pero no como las otras, jamás discutimos por el sexo, eso no significa que siempre fue genial ni que ahora lo sea, pero la cosa va.

Sale de baño y le veo las tetas un poco caídas pero aún sigo excitado y ella no se da cuenta. Le digo y ella ni se muta, cree que le estoy mintiendo, y entonces trato de mirarla fijo para que me crea pero ya esta mirando devuelta el programa de cocina, mira atentamente como mi amigo mezcla la salsa roja y la prueba un poco. Intento decirle devuelta en otro tono de voz, no logro repetírselo y vuelvo la mirada a la pantalla justo cuando mi amigo se va a probar el vino y habla de sus cualidades y su temperatura.

Me acuerdo cuando en la facultad no iba otra cosa que la cerveza.

Es más, una vuelta salimos a las once de la mañana un recreo y fuimos a tomar unas birras con otro amigo nuestro. Éramos los tres los únicos pibes de la clase atestada de minas que no sabían lo que era levantarse al lado de un pibe con ganas de tener sexo. Era buena gente pero sabés en un punto no podés pensar igual. Y no éramos ningunos piolas ni nada, eso siempre lo tuve en claro. La única vez que me sentí un piola fue cuando caí a un telo con una piba que había conocido la misma noche, ella me había llevado en auto hasta el hotel y yo cargaba una botella de Jack Daniels casi entera. Pasamos por mi casa antes del telo y agarré una birra tibia e intenté enfriarla adentro de una olla con hielos revolviéndola, pero no sirvió un carajo y la deje en la mesa de entrada de mi casa. Mi viejo apareció preguntándome qué mierda hacía y yo le dije que me iba con una piba y que la quería impresionar. Me tiró algo así como que no había nada que impresionar, pero no me entendió, estaba dormido o quizá no entendía eso qué sé yo. Había sido su cumpleaños y nos habíamos quedado hasta tarde tomando ese whisky en vasos chicos dentro de cervezas, en vasos grandes…

…De pronto vuelve mi mujer a pararse e ir al baño y le sigo con la mirada el cuerpo pero esta vez sin excitarme. Trato de no soltarle nada pero se me escapa igual y le pregunto si le pasa algo. No me contesta y entra al baño cerrando la puerta detrás de ella. Es la segunda vez que se va hacia el baño. En la tele están con las publicidades y entonces cambio al noticiero donde veo que dice 28ºC. Me paso la mano por la frente transpirada y pongo devuelta el canal de cocina, mi amigo está allí preparando el postre mientras se cocina la carne. Es una especie de mousse de dulce de leche metida en un vaso largo. Digo en voz alta, para que me escuche mi esposa, que el programa volvió que se apure que está haciendo un mousse genial que lo podemos hacer algún día. Me doy cuento que lo digo medio riéndome aunque sin que ella me escuche. Ella no se apura y sale al rato mirando de reojo el programa como si ya no le importara.

Pasa un tiempo en silencio y me doy cuenta de que ya ni sopla el viento por la ventana. Nos espera una larga noche con este calor le digo. Sigue callada y de pronto me dan ganas de que deje de hacerse la indiferente. Me dan ganas de gritarle que ese hijo de puta que está en la pantalla es mi amigo y que seguro gana más que yo o que al menos es más feliz que yo. Quiero decirle que tampoco me importa y que está muy rico lo que está haciendo y que estaría bueno alguna vez aprender a cocinar y cocinar un poco mejor y no comer tanta mierda. Quiero decirle que tampoco me importa que sea más feliz que yo total debe haber millones de personas más felices que yo y millones más infelices. Quiero decirle todo eso y no puedo. Quiero en realidad decírmelo a mí mismo pero me aburre. Me decido por no decir nada y el silencio sigue. El programa está por terminar, mi amigo está sacando la carne y empieza a tirarle la salsa encima y ya entonces me aburro y apago la tele.

Creí que ella iba a quejarse o algo pero en cambio no dice nada y se queda callada. Mi esposa y yo estamos los dos en la cama tirados. En ese momento no pensaba que iba a escribir estas palabras. En ese momento solo pensaba el calor que hacía y las charlas sobre Alejandro Dolina con mi amigo. Las charlas sobre Freddie Mercury y Frank Zappa.

Mi esposa se da vuelta hacia la ventana y estira las piernas. Alcanzo a sentir su piel también transpirada…

¿Sabés qué? Me dice de repente.
¿Qué? Le digo mirando para el otro lado absorbiendo con mis ojos toda la oscuridad del cuarto.
Estoy embarazada.
¿Enserio me decís?
Sí, me acabo de hacer el test.
¿Cómo no me dijiste nada?
Estabas enganchado mirando el programa y aparte no sabía si iba a dar positivo o negativo.
Pero qué carajo, me hubieses dicho, es un programa de mierda de cocina y vos te vas hacer un test de embarazo en el medio.
Bueno, perdoname ya está Juan, vamos a tener un hijo.

Entonces me quedo callado. Siento un escalofrío correr por mi cuerpo y enfriar las gotitas de sudor por la extensión de mi piel. Se convierten en estalactitas que se resquebrajan en ínfimas partículas y se desvanecen. Vuelve nuevamente el calor y el peso del colchón. La ciudad que se abisma por la ventana y sus orillas de plata y acero que desfiguran el horizonte.

Pienso en la imagen de mis dos amigos de la facultad, el cocinero de la tele y el otro con el que nos juntábamos a fumar y veo esa imagen de los tres ahí, en la plaza tomando las dos birras a las 11 de la mañana sin un carajo que hacer. Los autos pasando por los costados de la avenida Paseo Colón y nosotros ahí abriendo las botellas contra los bordes de las rejas, hablando un poco de la carrera, de las minas que valen la pena y de las que no, hablando de los profesores y de la vida que nos queda por delante.

martes, 6 de noviembre de 2012


Si te compro una birra es para que me entiendas.
Si compro una segunda birra, es para entenderte.
Si compro una tercera birra, es porque nos entendimos.