CRÍTICA
DEL DISCO: TROPICAL SOSPECHOSO
BANDA:
POROTO SUPREMO
SÁBADO
15/6/2012
“Hay una poca de gracia y una copa de dubitación”
Verso del tema: Garchemos en la selva después
de escuchar esta canción. (PS)
Por Pocho Sabogal
Sospechaba
algo. En una semana tan extraña de tantos climas, sospechaba algo. Finalmente
llegó el disco debut de la banda del conurbano Poroto Supremo: Tropical
Sospechoso. Y claro, estos muchachos sospechan de todo y juegan con las
palabras (sospechan de su poder referencial) para tejer un gran mundo
imaginario. Son tejedores de sueños como define Laurent Tirard
a Almodóvar y a David Lynch.
“Tropical
Sospechoso” quizás porque nuestro país tiene un clima cambiante, y lo tildan de
tropical por estar cerca de Brasil y Paraguay. Por otro lado, lo podrían tildar
de sospechoso por estar lleno de sospechosos y
“sos pechosa mi amor” para parafrasear el lenguaje de “los chicos de hoy”.
¿Los
temas son los mismos o no?: mujeres, música, desamores, sueños,
personificaciones (o mejor dicho, metamorfosis).
Sospechaba
que iba a ser bueno y lo fue. Grabado en el verano,
Enero de este año, los Poroto traen 6 tracks donde muestran su imaginario y
despliegan sus duendes, ofreciéndolos insistentemente, sobre nuestro
jardincito.
La
posibilidad de grabar como se debe, en este caso, en estudios ION, les da
cancha para enderezar las borracheras de aquellos bares donde gritábamos entre
todos “Supremacía Poroto”. Ya no hay que correr a comprar cerveza porque
arranca el tema, ya no hay que eructar para abajo para no embocarle en la jeta
a algún espectador, estamos listos y nos enchufamos.
Un
disco que promete desde el inicio (acordes iniciales de guitarra pasados por phaser) visiones diablescas y chiflidos
de angelitos culones. El disco se vale de un aire de tango a despecho y a
garganta trabada, con los unísonos entre piano y bandoneón (el bandoneón
siempre a su rubato
propio interno) y las letras que trapean las orillas de este río platino que gritamos desde Misiones.
En el
track 2 “Jackie Chan” el sonido de la guitarra prevalece, pero cuéntase otra
historia esta vez. Sintiendo el trémolo natural del bandoneón, viajamos con la
voz “hacia aquella fantasía, esa que ocurriera en la lejana China”.
Nuevamente surge un personaje de ensueño, de habilidades sobrenaturales, ajeno
a este mundo occidental que nos barajan desde arriba. Las teclas nuevamente,
como en el track anterior, entran para descollar la hipnosis reinante que
gracias a la Supremacía mantienen el bajista y el batero. Un ritmo de marcha de
formación y de balada de cumbia. Así las palabras se asientan en el vacío,
donde por momentos, surgen estrellas fugaces de la mano de una segunda
guitarra, pequeños punteos, pequeñas estrellas sobre el firmamento.
Jackie
Chan viene desde la infancia fines de los 90’s y principios del 2000, mostrando
una feliz unión globalizada: las tres películas, creo que hay 4, de Rush Hour.
Un afroamericano, Eddie Murphy y un oriental basado en Los Angeles (el
compañero Chan),
salvando a Estados Unidos de problemas “de escala nacional”. También hoy, entre
turistas y promesas de inversiones, promete la “lejana China” salvarnos, en
este caso a nosotros argentinos, pero no con un karateka bonachón claramente.
¿A
quién se la pone Jackie Chan?
Hay un
mundo de sonidos de arcade (Pacmans sueltos andando por nuestras neuronas
sabrosas) que descuellan desde la elección de teclas de Sancho Poison que
prioriza el sonido, el caos, el Monk, el revuelco contra el adoquín, antes que
el Nord Electro, el teclado caro que venden en los shoppings. Claro que está el
piano de cola que enfunda los telones de fondo (arpegios en por ejemplo el
track 4) entre dos guitarras y una batería corpulenta… una batería que como un
ogro avanza hacia nuestro espejo… un redoblante sin las alhajas que nos añeja
en un espiral descendente. ¡oh bello circo que erigen estos muchachos!
La voz
susurra cada tanto ese “Jackie Chan” que vestíamos de niños, que jurábamos ser
para salvar alguna princesa, que jurábamos ser para salvar hasta el mundo de la
terrible debacle.
El track
3 es una cumbia bailantera, con sus momentos de psicotrópicos y su momento de
épica de ceviche y algo más. Los nombres de ¿las personas-personajes? llamándolos
para invitarlos a la bailanta, a ver si vuelcan el vaso, si mantienen el ritmo
y siguen el paso. La melodía inicial que entrecruza la cumbia con el tango…
Cuántas olas trae el Río de la Plata si uno le canta con amor y pecho y no
mirando para abajo sin comprar el choripan.
Poroto
Supremo iza las velas y rema por los caudalosos riachuelos de este mundo
posmoderno. No dan explicaciones de porqué uno puede transformarse en estatua
(track 6), ni pierden de vista la veracidad de que repetir es convencer (track 1),
en otro orden de las cosas: repetir es olvidar y olvidar es soñar.
“Garchemos
en la selva después…” (track 5) es una cumbiancha entre épica y cargada de
puerta de baño que se abre pa cualquier lado. Hay que subirle el volumen y
sacar el ceviche de la heladera que ya está listo.
Después
del garche de la selva y el pescado que besamos, los frenéticos “no sé no sé no
sé”… quedamos re duros como una estatua. ¿El placer y el agite nos lleva no?
La estatua grita finalmente, como el Don Juan
de Molière que conoce su destino final por mano del convidado de piedra. Hacia infiernos vamos perseguidos
por tenedores con dos patas, hambrientos y sedientos.
Claramente
el bajo del minuto 3.31 del track 6 tiene hambre.
Y así
ocurre la deconstrucción definitiva de este disco. Como si nunca hubiera
existido, desaparece, intenta desvanecerse. Es el sueño que se volvió
pesadilla. O más bien, la duermevela que hace temblar el cuerpo, en los mejores
casos, lo hace transpirar, lo hace perderse en un callejón que se parece a uno
que conocemos pero, pero hay algo que cuelga del techo, de un árbol, o de
nosotros, hay algo que cuelga que lo hace distinto.
Si no
amás la duermevela no amas la vida ni conocerás la muerte cuando te llegue.